Hemos terminado el repaso de lo que fueron las tres Guerras Púnicas. Tres destructivas guerras que enfrentaron a romanos y cartagineses en un márgen de cerca de ciento veinte años, y que terminaron viendo resultados diametralmente opuestos para sus contendientes: Roma se consolidó como la principal potencia del Mediterráneo; de Cartago no quedaron más que ruinas. A continuación algunas conclusiones y reflexiones sobre lo que fueron estas guerras.

En el primer artículo de esta serie dije que no servía solo atender a lo que había pasado en los campos de batalla para comprender el desenlace de las Guerras Púnicas. El caso de la Segunda Guerra Púnica es ejemplificador en ese sentido ya que lo lógico, siguiendo sobre todo los tres primeros años de guerra, donde Aníbal obtuvo victorias aplastantes contra los romanos, es que Cartago se hubiese alzado como la ganadora del conflicto. Sin duda, cualquier otro estado del Mediterráneo se habría rendido ante tales desastres, los cuales en conjunto (Trebia, Trasimeno y Cannae), significaron más de 100 mil bajas para los romanos y sus aliados itálicos, y eso sin contar escaramuzas y otros enfrentamientos menores.
Pero los romanos eran distintos. Cuando en el 216 a. C., Aníbal envió embajadores a Roma con ofertas de paz pensando que había logrado doblegarlos, el senado romano ni siquiera les dejó entrar a la ciudad, respondiendo que solo consideraría conversar con los cartagineses una vez que Aníbal hubiese abandonado Italia. Tendrían que aguantarlo durante otros trece años, tiempo en que siguieron sufriendo derrotas, algunas aplastantes, pero la determinación romana de no ceder era más fuerte.
Por otra parte, los cartagineses aguantaron la invasión romana de África durante dos años, y luego de dos aplastantes derrotas ante las tropas de Escipión solicitaron la paz. Solo la llegada de Aníbal desde Italia les dio fuerzas para proseguir la guerra durante un año más, y cuando volvieron a ser derrotados, accedieron definitivamente a las demandas romanas. Las invasiones de Italia y África se dieron en momentos muy distintos de la guerra (al inicio y al final de esta respectivamente), pero la actitud de ambos senados fue diametralmente opuesta. Para el senado romano era imposible concebir una rendición ante los cartagineses, iba en contra de su idea de virtus romana, la percepción o la idea del romano ideal. Para los cartagineses las cosas eran distintas. Por supuesto que también tenían un ethos guerrero muy fuerte, pero su inclinación a la actividad comercial también hacía que vieran la guerra de otra forma. El margen o el beneficio económico tenía mucho más peso para los cartagineses que para los romanos a la hora de planificar sus guerras.
Esta es una diferencia cultural que, a mí parecer, explica en gran medida la forma en que Roma terminó ganando la Primera y la Segunda Guerra Púnica (el caso de la Tercera Guerra Púnica es distinto ya que no fue un conflicto por la hegemonía del Mediterráneo). Un ejemplo de la influencia de esta diferencia cultural la encontramos en la composición de los ejércitos romanos y cartagineses. Mientras que la base del ejército romano eran sus ciudadanos, el cartaginés se constituía principalmente a partir de mercenarios y reclutamientos en pueblos sometidos. La participación de los ciudadanos cartagineses en el ejército se remitía principalmente a pequeñas unidades selectas o de elite (sobre todo en la caballería), y a los altos mandos, los cuales en muy raras ocasiones eran delegados a extranjeros.
Más allá de cuánto pueda haber afectado una diferencia como esta a la hora de combatir (luchar por tu ciudad vs. luchar por dinero), la verdad es que tenía muchas más implicancias. Por ejemplo, los procesos de reclutamiento eran distintos. En última instancia, el senado romano siempre tenía a disposición a los ciudadanos en Roma y sus colonias, mientras que la contratación de mercenarios y su movilización solía ser más lenta. Además, la mantención de un ejército de mercenarios implicaba que su existencia y lealtad estaba sujeta a pagos puntuales. No ser capaz de cumplir con esto, sobre todo en un escenario de guerra donde las arcas fiscales sufrían más presión, podía conllevar a la desaparición del ejército o su sublevación, como le sucedió a Cartago luego de la Primera Guerra Púncia. En un ejército de ciudadanos un escenario como este era prácticamente imposible. Esto es muy importante tenerlo en cuenta sobre todo en un contexto de conflictos de larga duración, como se dio con la Primera y la Segunda Guerra Púncia.
Por otra parte, soy de la postura de que si Aníbal hubiese recibido los refuerzos que constantemente solicitaba en Italia, habría ganado la guerra. El historiador romano Cornelio Nepote escribió sobre Aníbal que “si la envidia no le hubiera enflaquecido las fuerzas en su misma patria, podía, según parece, haber triunfado sobre los romanos” (quod nisi domi civium suorum invidia debilitatus esset, Romanos videtur superare potuisse) (An. 1). La fuerte oposición que debió enfrentar Aníbal en el senado cartaginés fue registrada con algo de detalle por las fuentes romanas, sobre todo por Livio, quien da cuenta de que a la facción de los Bárcidas –liderada por Aníbal– se oponía una facción liderada por un tal Hanón, quien miraba con reticencia todo el poder que estaba acaparando el general con sus victorias sobre los romanos. Hanón se salió con la suya. En más de quince años en Italia, las fuentes registran solo una ocasión en que Aníbal recibió refuerzos, luego de su victoria en Cannae (Livio, 23. 41. 10).
Entre los historiadores modernos también es común la creencia de que Aníbal falló en capitulizar sus aplatantes victorias, sobre todo la de Cannae, para marchar contra Roma y tomar la ciudad o al menos someterla a un asedio que la obligase a acceder a negociaciones de paz. Esta es una idea meramente moderna, que jamás sopesaron los historiadores antiguos ni los estrategas que dejaron escritos. Creo que si Aníbal no marchó a Roma en el 216 a. C., luego de haber conseguido tres aplastantes victorias contra los romanos, es porque calculaba que con su ejército, que en el mejor de los casos llegaba a los 50.000 hombres, no era capaz de asediar con éxito una ciudad que tenía más de once kilómetros de murallas y cerca de 100.000 personas en su interior, y numerosas colonias y ciudades aliadas en Italia en la cuales reclutar nuevos ejércitos. El profesor Hoyos calcula que para el siglo III a. C. Italia tenía más de 500 mil hombres en edad de luchar (Mastering the West. Rome and Carthage at War, 2015), y Roma utilizó ese recurso constantemente para anteponerse a las adversidades.
Como dije más arriba, este tipo de análisis solo aplican para la Primera y la Segunda Guerra Púnica. El caso de la Tercera Guerra Púnica es muy distinto. No fue un conflicto entre dos potencias con recursos similares que luchaban por la hegemonía del Mediterráneo, sino más bien una guerra buscada por Roma contra un enemigo disminuido que no buscaba nuevos conflictos, con el único fin de destruir su ciudad. Las razones por la cual los romanos tomaron esta drástica decisión dan para un análisis muy profundo (probalemente escriba un artículo dedicado al tema más adelante), pero de forma resumida, diría que un miedo irracional se apoderó de una facción del senado romano dominada por Catón el Viejo, y otros senadores que habían luchado durante la Segunda Guerra Púnica y sobrevivido a la invasión de Aníbal. Para el 149 a. C. Cartago no representaba, en ningún sentido, una amenaza para Roma, pero los romanos decidieron declararle la guerra al pueblo cartaginés y destruir su ciudad todas formas. El resto es historia.
Fuentes y bibliografía
Para quienes quieran profundizar en el tema y no quedarse solo con mi narración e interpretación de los hechos, voy a presentar este pequeño apartado sobre dónde conseguir información sobre el período.
Para el caso de las Guerras Púnicas, las fuente más importante, sin duda, es el griepo Polibio. Polibio tiene la casualidad de que durante la década de los 160 a. C. fue enviado a Roma como rehén, ante las tensiones que habían con los griegos de la Liga Aquea, donde fue apradinado ni más que ni menos por la familia de lo Paulos, quienes a su vez habían adoptado al nieto de Escipión Africano, el único vencedor de Aníbal. Este nieto, Escipión Emiliano, recibió como tutor ni nada más ni nada menos que al rehén Polibio, con quien trabó una cercana amistad. Esa amistad es lo que llevó al historiador griego a acompañar a Escipión Emiliano en Numancia (Hispania) y más tarde en África, donde logró tomar la ciudad de Cartago.
Durante su estadía en Roma, Polibio pudo entrevistar a muchos esclavos que habían formado parte del ejército de Aníbal y a otros sobrevivientes, e incluso asegura haber hablado con algunos de los veteranos de Aníbal que cruzaron los Alpres, y al acompañar a Escipión Emiliano al asedio de Cartago, pudo ver de primera mano lo que sucedía en esa guerra, así como entrevistar a cartagineses, prisioneros y desertores del conflicto (los cuales no fueron menores). Sin duda, por todos esos antecedentes, Polibio suele ser considerada entre la historiografía moderna la principal fuente para la época de las Guerras Púnicas. Además, está el hecho, realmente un privilegio, que los libros de su obra que narran la Primera y Segunda Guerra Púnica, han sobrevivio intactos al paso del tiempo, no así el libro que relata la Tercera Guerra Púnica, al cual se puede acceder indirectamente a través de otras fuentes que a su vez utilizaron la obra de Polibio para escribir las suyas, como se da con el caso de Apiano, el historador Alejandrino, quien escribió en el siglo II d. C.
En cuanto a los propios historiadores romanos, Tito Livio con su monumental obra Ab Urbe Condita (Desde la fundación de la ciudad) escrita a finales del siglo I a. C., presenta una narración increíblemente detallada de la Segunda Guerra Púnica. Más de mil páginas escritas por el romano, con intención de dejar registro de los movimientos militares de todos los contendientes en los diversoso escenarios, y con el mayor detalle posible. Hay consenso entre la histoiaografía moderna que Polibio fue la principal fuente de Livio para elaborar su trabajo, una vez más, prueba la importancia del historiador griego, tomado como la máxima autoridad, en la mayoría de los casos, por el resto de la historiografía greco-roma en cuanto a lo que se refería a guerras entre cartagineses y romanos.
Lista de fuentes infaltables para estudiar las Guerras Púnicas:
Polibio, Historias: libros I a III para ver narración de la Primera y Segunda Guerra Púnica. Ver fragmentos de libros XXVIII y XXIX para Tercera Guerra Púnica.
Tito Livio, Ab Urbe Condita: libros XXI a XXX contienten narración más detallada que existe en una fuente sobre la Segunda Guerra Púnica.
Apiano, Historia Romana: libros V al VIII contienen la narración de las Guerras Púnicas.
En cuanto a la bibliografía, recomiendo a una serie de autores modernos, y en general de habla inglesa (herencia de mi formación académica). A continuación les dejo algunos libros que me parecen fundamentales o excelentes trabajos para comprender este período histórico:
Mastering the West. Rome and Carthage at War de Dexter Hoyos (2015), una de las revisiones más completas y actualizadas de las Guerras Púnicas, la cual, si bien se centra fuertemente en los eventos militares, va más allá de estos para comprender en profundidad los confictos.
Carthage Must be Destroyed. The Rise and Fall of an Ancient Civilization de Richard Miles (2011), una obra actualizada que repasa las Tres Guerras Púnicas, centrándose en la última, sus motivos, formas de representación y repercusiones en el mundo antigüo. Como lo plantea el título, la destrucción de Cartago es esencial en la investigación.
Hannibal: The Military Biography of Rome’s Greatest Enemy de Richard Gabriel (2011), tal como lo indica su nombre, una de las más actualizadas y detalladas obras sobre la vida de Aníbal, el hombre más famoso y activo de las guerras púnicas, para muchos el mayor genio militar de la historia.
Carthage. A Biography de Dexter Hoyos (2020), es probablemente la historia sobre Cartago más detallada, precisa y actualiaza que existe a día de hoy. La recomiendo mucho a quienes quieres hacerse una idea general pero sólida de lo que fue la Cartago púnica.
Cambridge Companion to the Punic Wars, editado por Dexter Hoyos (2011), es una compilación de artículos de distintos historiadores y arqueólogos que se centran en la Guerras Púnicas. Se entregan múltiples puntos de vistas a múltiples problemas y temáticas. Lo recomiendo mucho para quienes quieran explorar este tema más allá de las narrativas tradicionales o imperantes (como la político-militar). El análisis en esta obra toma muy en cuenta el factor cultural, así como la evidencia arqueológica.
Esas son solo algunas de las incontables obras y artículos que se han escrito sobre el tema. Espero que esto les ayude a alimentar más su hambre por la historia, y en especial por este particular período que determinó el destino de Occidente y de una gran parte de la historia de la humanidad. Gracias por haber llegado hasta aquí conmigo.
Damos término a la serie de las Guerras Púncias.
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