Más allá de las Columnas de Hércules: el Periplo de Hanón
Hace más de dos mil cuatrocientos años, los cartagineses preparaban una masiva expedición marítima para colonizar las costas del África atlántica bajo el mando de Hanón el Almirante.
No conocemos la fecha exacta, pero entre el siglo VII y IV a. C., una gran flota cartaginesa de 60 barcos, transportando a 30 mil hombres y mujeres al mando de Hanón, zarpó desde la ciudad fenicia de Gadir hacia el sur para explorar y colonizar las costas del África atlántica. Esta es la historia y lo que conocemos –o lo poco que conocemos– del famoso Periplo de Hanón, el primer intento conocido de los pueblos mediterráneos de la Antigüedad por navegar y explorar las aguas y costas del océano Atlántico.

El Periplo de Hanón es un registro de la Antigüedad que nos ha llegado de forma indirecta a través de un manuscrito romano medieval del siglo IX (conocido como manuscrito de Heidelberg), que contiene la copia de una versión en griego de la expedición cartaginesa comandada por Hanón hacia el sur de África, la cual ocurrió en algún momento entre el siglo VII y IV a. C. A su regreso a Cartago, Hanón o las autoridades de la ciudad hicieron registrar en una inscripción en el templo de Baal Hamon (una de las principales deidades cartaginesas) los hitos más importantes de la expedición. Dicha inscripción fue traducida en algún momento de la Antigüedad al griego, y luego reproducida las suficientes veces como para que alguna de sus copias sobreviviera hasta el siglo IX d. C., cuando fue transcrita en lo que actualmente se conoce como el manuscrito de Heidelberg.
La narración del Periplo es bastante escueta, y se basa en el registro de los principales hitos del viaje. Según esta, los cartagineses organizaron una expedición marítima de sesenta barcos en la que embarcaron a unos treinta mil hombres y mujeres con el fin de fundar nuevas ciudades en África. La flota zarpó desde Gadir, una ciudad fenicia fundada en la costa atlántica de Iberia (y que se encontraba bajo poder cartaginés), en dirección al sur. Al cruzar a la parte africana del estrecho de Gibraltar, conocido en el mundo greco-romano como las Columnas de Hércules, los cartagineses fundaron la ciudad de Thimiaterion (actual Tanger, en Marruecos), probablemente para reforzar su control sobre el estratégico paso entre el océano Atlántico y el Mediterráneo. Luego siguieron navegando por dos días junto a la costa hacia el oeste, y antes de virar hacia el sur, hicieron una parada en el actual Cabo Espartel, donde fundaron un templo en honor a Baal Saphon (o Poseidón para los griegos). Desde ahí siguieron descendiendo hacia el sur por la costa atlántica, donde fundaron cinco ciudades más: Karikón Teijos, Gytté, Akra, Melitta y Arambys, todas en la costa de la actual Marruecos.
Al seguir navegando más al sur, los cartagineses se encontraron con la ciudad de Lixus (cerca de la actual Larache, en Marruecos), la cual fue fundada alrededor del siglo VII a. C por colonos fenicios en un estuario del río Lixus (actual Lucus). Ahí, la expedición ancló en el puerto y sus principales hombres bajaron para entablar relaciones con los lixitas, una ciudad, que como púnica o fenicia que era, compartía las mismas costumbres, idioma y creencias de los cartagineses. Esto nos permite asumir que los cartagineses fueron bien recibidos ahí, pues se les suministró exploradores e intérpretes para que siguieran avanzando en su travesía por el sur junto a las cosas de África. Hasta este punto, todo lo informado por el Periplo es en general, tomado como información verificable, pero a partir del avance de la expendición hacia el sur de Lixus, el relato comienza a adentrarse en tierras desconocidas, reflejando la ignorancia de los miembros de la expedición ante lo que veían. Seguían en las costa del actual Marruecos, pero los cartagineses ya no tenían puntos de referencia. El último conocido, Lixus, quedaba atrás.
Tras dos o más días de navegación, los cartagineses llegaron a una isla frente a la costa que llamaron Cerné, donde establecieron una base desde la cual organizaron expediciones hacia un río que bautizaron como Chretes, y que actualmente es identificado con el río Senegal, y luego a otro río plagado de cocodrilos e hipopótamos que terminaron abandonando por su hostilidad. De vuelta en Cerné, prepararon sus naves y salieron a mar abierto para seguir navegando junto a la costa por unos doce días, la cual estaba habitada, según el registro del Periplo, por tribus hostiles identificadas en la versión griega como etíopes.
Durante siete días navegaron junto a costas arrasadas por fuego y montañas de las cuales manaban ríos de lava, y al dejar la zona atrás llegaron a un gran golfo denominado en el Periplo como Cuerno de Occidente, donde los cartagineses registran haber escuchado gritos inquietantes en la orilla, por lo que no se atrevieron a desembarcar. Siguieron avanzando cerca de la costa, orientados hacia el este durante cuatro días, donde divisaron otra enorme montaña con fuego en su interior. La mención de estas montañas, si damos crédito al Periplo, tienen que hacer referencia a la erupción de algún volcán que tiene que haber devastado la zona. El único volcán costero que queda en la ruta del Periplo es el Monte Camerún, el cual debe ser esa enorme montaña con fuego que vieron los cartagineses, que justo estaba haciendo erupción.
En las costas del actual Camerún los cartagineses vivieron una última aventura, pues en la bahía había una isla, y dentro de esta un lago con otra isla. Los cartagineses la exploraron, y ahí se encontraron hombres y mujeres de cuerpos velludos y actitudes salvajes a los cuales intentaron atrapar. Todos los hombres alcanzaron a escapar, pero los cartagineses lograron capturar a tres mujeres y luego de matarlas las desollaron para llevar sus pieles al volver a Cartago. Con ese evento, la expedición inició su regreso ya que según el propio autor del Periplo, en ese punto se les acabaron las provisiones para seguir adelante.
Hasta ahí llega la narración, pero su posterior existencia en la forma de una inscripción en el templo de Baal Hamon, en la cual se da cuenta del éxito de la expedición al fundar seis colonias en las costas del océano Atlántico, permite comprobar que la expedición hizo la ruta de regreso a salvo, probablemente pasando a aprovisionarse a Lixus y las colonias fundadas más al norte, y de ahí a Gadir o directamente a Cartago, a través de las Columnas de Hércules. En la propia Cartago, Hanón o las autoridades de la ciudad mandaron a grabar esta inscripción, que más tarde fue transcrita por alguien que dominaba el griego, permitiéndole sobrevivir al paso del tiempo.
La veracidad del Periplo ha sido puesta en duda en más de una ocasión, pero existe un consenso general en la historiografía moderna en que este sucedió, aunque luego de dejar Lixus atrás y haber fundado las colonias, el relato comienza entremezclare con la ficción y el imaginario griego que predominaba en la época en que la inscripción cartaginesa fue transcrita, por lo que lo que realmente sucedió se vuelve más difuso. El principal problema para historiadores como Mauny, radica en las distancias alcanzadas por la exploración. Haber llegado hasta las costas del actual Camerún habría supuesto hacer el viaje de regreso hacia el norte con fuertes vientos en contra, los cuales los barcos de la época no estaban capacitados para afrontar, y de la misma forma, la inhospitalidad de las grandes áreas abarcadas habría hecho imposible el reabastecimiento de la expedición. Aun así, este es un tema que sigue en discusión, y no son muchos los historiadores como Mauny que están interesados en quitarle veracidad al relato. En general, se acepta que la expedición tenía por objetivo colonizar las costas del actual Marruecos, y que a partir de ahí la narración fue alterada (no falseada) con elementos del imaginario colectivo greco-romano. Por ejemplo Plinio el Viejo muestra el viaje como evidencia de la existencia de las islas Górgades y sus habitantes (Hist. Nat. VI. 200).
En cuanto al contexto histórico en el que se habría dado esta épica expedición de la Antigüedad, en la actualidad, las opiniones de los historiadores son diversas, por lo que no hay un real consenso de la época exacta en que se produjo este viaje, habiendo un espacio de datación tan amplio que abarca desde los siglos VII a IV a. C. Personalmente, creo que la fecha debe estar más inclinada hacia el siglo IV que al VII a. C. Para haber sido capaz de organizar una expedición colonizadora de tal magnitud, Cartago, que había sido fundada en el 813-12 a. C., debía encontrarse en una situación de poder ante las tribus libias vecinas, tener un crecimiento poblacional explosivo, y gozar de una hegemonía sobre las demás colonias fenicias de la zona como Gadir, desde donde partió la flota, algo difícil de conseguir para una ciudad con apenas doscientos años de historia si es que se acepta el siglo VII a. C. como el momento en que ocurrió la expedición. Además, el hecho de que el Periplo manifieste que el pueblo de Cartago mandó a Hanón a comandar la expedición, sugiere que la ciudad ya se había constituido como una república, con un senado o adirim, y dos sufetes que se elegían de forma anual. Es muy probable que Hanón haya sido uno de los sufetes electos el año en que la expedición partió desde Gadir, aunque también puede haber sido solo el almirante de Cartago, a quien se le puede haber encomendado la misión. Sugerir que Hanón habría sido el rey de Cartago implicaría que la expedición se diese más atrás en el tiempo, y sería contraproducente con la primera línea del Periplo, donde no hay demostraciones de que la expedición haya sido organizada o comandada por órdenes del propio Hanón. Así, es más probable que la expedición se haya situado entre el siglo V y IV a. C, cuando Cartago ya estaba constituida efectivamente como una república, lo que a su vez sugeriría que la orden de organizar la expedición vino desde el senado cartaginés.
Dejando esos aspectos atrás, el Periplo de Hanón puede ser relevante por muchas razones, dependiendo del punto de vista del que se le mire. Para partir es, si confiamos en la exactitud y prolijidad de las traducciones griegas de la inscripción cartaginesa, una de las pocas piezas literarias –si no la única– que tenemos producida en Cartago por cartagineses, lo cual le da un valor único en vista de que la gran mayoría de la producción literaria cartaginesa se perdió con la destrucción de la ciudad en el 146 a. C. En ese sentido, el Periplo de Hanón es una reliquia que presenta datos invaluables sobre la historia de la ciudad púnica, desde una perspectiva cartaginesa.
En particular, siempre me ha interesado mucho la historia de las colonias cartaginesas, porque revelan mucho sobre lo poco que sabemos de este aspecto de la historia de Cartago. Basta con ver que se asume que la historia de los cartagineses acaba en el 146 a. C. con la destrucción de su ciudad, y si bien efectivamente la evidencia historiográfica sobre ellos se diluye a partir de ese momento, la evidencia arqueológica revela que siguieron existiendo comunidades cartaginesas en el Mediterráneo, las cuales se organizaron principalmente en las antiguas colonias cartaginesas, como se dio con el caso de Nueva Cartago (actual Cartagena en España).
Cartago, como una ciudad grande y poderosa, llevó a cabo numerosos proyectos colonizadores a lo largo de su historia. El Periplo de Hanón, donde se expresa explícitamente que el objetivo de la expedición era fundar ciudades, es un claro ejemplo de este tipo de empresas llevadas a gran escala, en un momento en el que el crecimiento poblacional de Cartago debió ser lo suficientemente sólido como para permitir la partida de 30 mil colonos.
Si ese griego desconocido (hay quien dice que se trata de Polibio) que visitó el templo de Baal Hamon en Cartago no hubiese transcrito en griego esa inscripción, no sabríamos nada sobre las seis colonias fundadas por Hanón a nombre de Cartago en la costa atlántica de África, y de la misma forma, es de esperar que con la pérdida de toda la producción literaria de la ciudad cuando fue destruida por los romanos, hayamos perdido acceso a más registros similares que habrían revelado la posición e historia de muchas otras ciudades cartaginesas. Por eso el Periplo de Hanón me parece, personalmente, particularmente valioso. Una reliquia, como dije más arriba.
El historiador griego Heródoto, escribiendo en el siglo V a. C., refiere en un pasaje de su obra (IV. 196), que los cartagineses intercambiaban sus productos por oro a los locales de las costas atlánticas de África, lo que sugiere que para ese tiempo los cartagineses ya dominaban las rutas comerciales que iban más allá de las columnas de Hércules en el Atlántico, lo que puede haber llevado a la necesidad de consolidarlas fundando colonias, como hizo efectivamente Hanón.
Por esa misma época, apareció en Cartago otro personaje que dejó un legado similar al de Hanón. Se trata de Himilcón, otro renombrado navegante y explorador cartaginés, que comandó entre el siglo VI y V a. C. varias expediciones al Atlántico por el norte, explorando las costas de la actual España, Francia, e incluso llegando al sur de la actual Irlanda en busca de estaño para el imperio cartaginés. Otra historia que sin duda atestigua la magnitud y el poderío que llegó a ostentar en distintas esferas Cartago en el Mediterráneo occidental. Parte de su legado, es que fueron unos verdaderos pioneros de la navegación y la exploración en la Antigüedad.
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