Virgilio ha inmortalizado en el paso del tiempo el relato en el que Eneas, el héroe troyano, conoce a Dido, reina y fundadora de Cartago, en las costas de Libia (actual África), y comienzan un amorío. Es una historia que cuenta muchas historias a la vez, desde el éxodo de los sobrevivientes troyanos por el Mediterráneo occidental, a la fundación de la poderosa ciudad de Cartago y la fundación de la propia Roma a manos de los descendientes de Eneas en Italia, y por supuesto, la intensa relación de amor entre el príncipe troyano y la reina cartaginesa. Como el poemo épico que es, la Eneida no es una obra que pretendía contar y explicar la historia como la entendemos los historiadores modernos, pero algo nos deja sobre el mito fundacional de Cartago, un punto de partida desde el cual podemos comenzar este análisis.
Sin lugar a dudas la mítica figura de Elissa-Dido, fundadora y primera reina de Cartago, ha logrado preservar una fama que se ganó en la Antigüedad, sobre todo a partir de la inmortalización de su imagen en la Eneida del poeta romano Virgilio, quien buscó hacerle un espacio a la reina cartaginesa en su épica para conectar desde lo más profundo, desde su génesis, a este pueblo fenicio con Roma.
Virgilio escribió su obra entre los años 29 y 19 a. C., más de mil años después de la Guerra de Troya, que viene a ser el preludio de su Eneida. En esta, luego de la destrucción de la ciudad, Eneas, el héroe troyano, vaga por el mar Mediterráneo junto a algunas de las naves con las que consiguió escapar, hasta que una poderosa tormenta creada por Eolo a pedido de la diosa Juno (quien, como enemiga de los troyanos durante la guerra busca evitar que alcancen Italia), hace varar las embarcaciones en las costas de África, donde los tirios están fundando la ciudad de Cartago. Ante el desconcierto de los troyanos, que desconocen el lugar, Eneas se encuentra a la diosa Venus, quien le explica que están en tierras de los cartagineses y le cuenta la historia de cómo Dido fundó la ciudad. En palabras de la diosa Venus (Eneida, I. 339-365):
Tierra de púnicos es la que ves, tirios y la ciudad de Agénor, y las fronteras con los libios, pueblo terrible en la guerra. Tiene el mando Dido, de su ciudad tiria escapada huyendo de su hermano. Larga es la ofensa, largos los avatares; más seguiré lo más sobresaliente de la historia. De ésta el esposo era Siqueo, el hombre más rico en oro de los fenicios, y amó la infeliz con amor sin medida, desde que su padre la entregara sin macha y la uniera con él en primeros auspicios. Pero el poder en Tiro lo estentaba su hermano Pigmalión, terrible más que todos los otros por sus crímenes. Y vino a ponerse entre ambos la locura. Este a Siqueo, impío ante las aras y ciego de pasión por el oro, sorprende a escondidas con su espada, sin cuidarse del amor de su hermana; su acción ocultó por mucho tiempo y con mentiras y esperanzas vanas engañó a la amante afligida. Pero en sueños se le presentó el propio fantasma de su insepulto esposo, con los rasgos asombrosamente pálidos; las aras crueles descubrío y el pecho por el hierro atravesado, y desveló todo el crimen secreto de su casa. La anima luego a disponer la huida y salir de su patria, y saca de la tierra antiguos tesoros escondidos, ayuda para el camino, gran cantidad de oro y de plata. Commovida por esto preparaba Dido su partida y a los compañeros. Acuden aquellos que más odiaban al cruel tirano, o que más le temían, de unas naves que dispuestas estaban se apoderan y las cargan de oro. Se van por el mar las riquezas del avaro Pigmalión; una mujer dirige la empresa. Llegaron a estos lugares, donde ahora ves enormes murallas y nace el alcázar de una joven Cartago, y compraron el suelo, que por esto llamaron Birsa, cuanto pudieron rodear con una piel de toro.
Este extracto contiene en esencia el mito fundacional de Cartago: la princesa Dido, hermana del rey Pigmalión de Tiro, escapó de la ciudad cuando este asesinó a su esposo, un prominente sacerdote, para hacerse con sus riquezas. Junto a un pequeño grupo de nobles la princesa llegó finalmente a las costas de África (actual Túnez), donde los locales les permitieron asentarse en la colina de Byrsa, a partir de la cual comenzaría a expandirse la incipiente ciudad de Cartago.
Lo primero que hay que resaltar de esta versión de la fundación de Cartago que está presentando Virgilio, es que está temporalmente descontextualizada ya que sitúa la llegada de Dido a África y la fundación de Cartago algunos años después de la caída de Troya, es decir, en el siglo XI a. C. En la actualidad hay consenso entre historiadores y arqueólogos en que la fecha para la fundación de Cartago se sitúa entre el 813 y el 812 a. C., varios siglos después de la Guerra de Troya, lo cual hace este encuentro entre colonos tirios y sobrevivientes troyanos imposible.
Según el historiador judío Flavio Josefo (37-100 d. C.), quien aseguraba haber tenido acceso a los anales de Tiro, un rey Pigmalión gobernó entre el 820 y el 774 a. C., y también habría registro de que su hermana escapó de la ciudad entre el 814 y el 813 a. C., aunque no se menciona su nombre ni sus razones para su huida. El registro de este rey Pigmalión y la fuga de su hermana calzan temporalmente con los datos arqueológicos que confirman la presencia de una colonización tiria en la zona de Cartago a finales del siglo IX a. C. Evidentemente, la hermana del rey Pigmalión de la que se tiene registro sería Dido.
Entre los historiadores modernos, Nicholas Horsfall es el que ha hecho un análisis más exhaustivo sobre la aparición de Dido en la Eneida. Según Horsfall (Dido in the Light of History, 1999), el poeta romano Nevio (261-201 a. C.), quien escribió un poema épico narrando la Primera Guerra Púnica, (Bellum Poenicum), también habría presentado a Dido como la primera reina de Cartago, y en la tradición literaria griega tenemos al historiador Timeo de Tauromenio (350-260 a. C.), quien atribuye a Dido la fundación de la ciudad.
En general, estos antecedentes son suficientes para que los académicos se decanten por la existencia de Dido. Desde Moscati en la década de 1970 a Josephine Quinn en los últimos años, la mayoría plantea que el relato de Dido sería verídico, aunque por supuesto, están estos elementos como los añadidos por Virgilio, quien cambia la cronología de la fundación de Cartago para hacerla calzar con la visita ficticia de Eneas a las costas de África y su consiguiente amorío con la reina cartaginesa.
Virgilio también relata otro episodio muy significativo; el suicidio de Dido. Luego de haber contraído matrimonio con ella y mantenerse en Cartago por cerca de un año, Eneas la abandona y parte junto a su pueblo hacia Italia para cumplir con el designio de los dioses, iniciar el proceso que culminará con la fundación de Roma. Dido se suma en una profunda depresión y se consume en una vorágine de dolor y odio que la llevará a suicidarse, no sin antes maldecir a Eneas y todo su pueblo.
Partiendo de la base de que no hay razones para dudar de la vericidad de la existencia de Dido y su rol como fundadora de Cartago, queda preguntarse por cómo fue su gobierno como primera reina de la ciudad. El relato de Virgilio, donde Dido se suicida ante la partida de Enas, es ficticio, pero es muy probable que el poeta romano se haya inspirado en un hecho real para redactar la escena. En la versión del historiador griego Timeo de Tauromenio, Dido se habría suicidado luego de fundar Cartago para evitar tener que casarse con los reyes locales que querían tomarla como esposa para hacerse con el control de la ciudad. Virgilio parece haber tenido conocimiento de esta situación, o de lleno haber leído a Timeo, pues cuando Dido se enamora de Eneas, relata una escena en que la reina conversa con su hermana, quien le recuerda que rechazó a todos los príncipes locales que la pretendían, por lo que ahora no debería rechazar un amor deseado (IV. 31-38).
Así, y teniendo en cuenta la versión de Timeo, lo más probable es que Dido, como una reina viuda, con poderosos pretendientes dentro de los reyes y príncipes de las tribus locales que aspiraban a casarse con ella para hacerse con el control de la ciudad, haya tomado la desición de suicidarse para preservar la independencia de Cartago. Con su muerte, la incipiente aristocracia tendría que escoger a un sucesor, y asegurándose de que este fuese un hombre casado con otra cartaginesa de la nobleza, los reyes y príncipes locales habrían visto desbaratadas sus posibilidades de hacerse con la ciudad por la vía diplomática.
Voy a hacer una aclaración respecto al nombre de Dido, ya que muchos pueden encontrarla en la literatura bajo el nombre de Elissa o Elissa-Dido –denominación que yo mismo he usado al principio de este artículo–, lo cual puede llevar a confusiones. El nombre original de la fundadora de Cartago habría sido Halishat o Alishat, el cual fue asimilado fonéticamente por los griegos como Elissa. El historiador Timeo, que escribía en griego, la nombró Dido en su obra, aparentemente recogiendo una palabra de origen libio que habría hecho referencia a su calidad de extranjera o viajera. El nombre fue recogido e inmortalizado por Virgilio, perdurando hasta el día de hoy. En Occidente, es más común encontrarla bajo el nombre de Dido que Elissa.
Volviendo a la fundación de la ciudad, estudios recientes publicados por Telmini, Docter y otros (Defining Punic Carthage, 2015), establecen que esta se habría llevado a cabo con cerca de 5.000 a 8.000 colonos, abarcando un área de 25 hectáreas en las laderas de la colina de Byrsa, frente al actual Golfo de Túnez.
La historia, con la actual evidencia literaria y arqueológica, se podría resumir de la siguiente manera: Dido habría escapado entre el 814 y 813 a. C. de Tiro junto a algunas familias, buscando alejarse del rey de la ciudad, su hermano Pigmalión, quien gobernaba de forma abusiva y tiránica. Eso explica que Dido haya sido acompañada por otros miembros de la nobleza tiria, los cuales tienen que haber conformado la base de los colonizadores de la futura Cartago. Cargando algunos barcos con gran parte del tesoro real, zarparon en dirección al oeste, haciendo una primera parada en el puerto de la ciudad fenicia de Alashia, en Creta. Ahí deben haber hecho un reaprovisionamiento, además de llevarse consigo al sacerdote del templo de Baal Shamem y su familia, junto a ochenta vírgenes destinadas a la prostitución sagrada (probablemente para adorar a la diosa Astarte). Desde ahí zarparon en dirección a África, llegando a las costas del actual Golfo de Túnez entre el 813 y 812 a. C., donde Dido tuvo que negociar con las tribus locales para conseguir el terreno en que se asentarían.
La leyenda, reproducida por Virgilio, cuenta que los jefes de las tribus locales le ofrecieron a Dido comprar todo el territorio que pudiera abarcar una piel de buey, pensando que así se burlarían de ella y su intento de fundar una ciudad, pero Dido doblegó la situación a su favor cortando la piel en delgadas tiras con las que rodeó toda la colina de Byrsa, adueñándose legítimamente del territorio.
Así fue tomando forma Cartago, o Qart-Hadasht en púnico, que significa ciudad nueva, lo cual da cuenta de los orígenes de sus colonizadores de Tiro, la ciudad vieja. Con el tiempo, Cartago fue creciendo y ganando promiencia dentro de las demás colonias fenicias del Mediterráneo occidental, pavimentando su camino para convertirse en una de las ciudades más ricas y poderosas de la Antigüedad. Polibio, que llegó a conocer la ciudad, la declaró como la más opulenta del universo (18. 35. 10-11). Esa fue la ciudad de Elissa-Dido, la primera reina de Cartago.
Si no estás suscrito y te interesa mi contenido, te invito a que lo hagas. ¡Apoyarás mi trabajo y me motivarás a seguir escribiendo!
Si te gusta lo que lees, puedes iniciar una suscripción de pago a modo de donación ya que todo mi contenido es gratis. ¡No importa si es un mes o muchos, tu aporte significará mucho para poder seguir escribiendo!